miércoles, 29 de septiembre de 2010

Batallas




Quedáte ahí quietecita; aunque sigilosos, logro percibir tus movimientos. No creas que sos tan astuta como para que yo no logre darme cuenta de que estás al acecho. Aunque también debo reconocer que más de una vez has logrado tu empresa: apoderarte de mi tranquilidad para hacer resonar en todo mi ser tus malditos síntomas. Autoexigencia, disconformidad, contrariedades, mal humor, impulsividad....todo un tanto exacerbado.
¿Pero acaso quién te creés que sos para irrumpir así en mi tan pretendido equilibrio?
Cada noche llega un sueño inducido, profundo y reparador, que no obstante todas esas bondades no me permite levantarme al otro día con la energía que preciso para el afuera. ¿O será que a veces elijo utilizarla para el adentro?
¿Sabés lo lindo que se siente prepararles el desayuno a los príncipes de la casa, descubrir las cajas repletas de chucherías desparramadas en la cama por la coqueta menor, que luce una rosa en el cabello y un collar de piedras de colores más largo que ella misma? ¿Tenés idea del orgullo que se siente al escuchar a tu hijo mayor esbozar sus primeras oraciones con ga, go, gu en su cuaderno de tareas?
También es cierto que los príncipes tienen sus cuestiones mundanas, de modo que entre tanto se escuchan ridículas peleas (parecidas a las batallas que libro contigo) que me dejan en claro que la hermandad guarda esa dicotomía primal amor/odio, y que a mí me impulsan a tener ganas de encerrarme por un rato con la excusa de tomar una ducha caliente.
¿Y el afuera?, me preguntás no dejándome en paz un segundo. ¿Acaso no deberías estar en este mismo momento a punto de salir al exterior a cumplir con tus obligaciones?, insistís impiadosamente.
¿Te parece que hago poco?, te respondo desafiante. ¡Dejáme de joder de una buena vez!
Se ve tan gris el cielo, y aquí se siente tanto el calor....
Te propongo hacer un trato: por esta vez me alivianás la culpa y yo por contrapartida te asumo como una amenaza a repeler. No me podés decir que no, sé que te encanta que te asuman. Tenés un orgullo a prueba de cualquier resistencia.
Qué suerte que existen las palabras para exorcizar al menos por un instante algunos fantasmas.
Aunque tal vez sea más sensato asumirlos. "Hay que amar a los espectros, y es que todos, en tanto estamos entre la vida y la muerte, tenemos una condición fantasmática", dijo Derrida.
Resuelvo entonces aceptarte, Ansiedad. Aunque por dignidad, no me exijas que te ame.

La obra es El Grito, de Munch.

martes, 28 de septiembre de 2010

En pocas palabras



"Es una condena agradable el instante previo."


El dibujo es de Egon Schiele.






viernes, 24 de septiembre de 2010

jueves, 23 de septiembre de 2010

El inconsciente



Debo decirlo: siempre me aburrió leer El Principito, y esta imagen siempre me pareció ridícula.
Rescato, no obstante el insoportable timbre de su voz, (cual el moderno Winni Poo) la frase básica "Lo esencial es invisible a los ojos".
Lo que en realidad no logro entender es por qué me desperté pensando en esto y de manera espontánea lo estoy escribiendo cuando todavía no terminé de abrir un ojo y advierto (debe ser esa la razón) que el despertador nunca sonó y que tengo altas probabilidades de llegar tarde a mi sesión de terapia....

lunes, 20 de septiembre de 2010

Analizo...




... experiencias vitales trascendentes.








Decolorarse las puntas....




.... un camino de ida!

Un viaje de color



"Conmueven las conquistas. Propias y ajenas. Conmueve dar, conmueve recibir. Conmueve el color, el pastel, la carbonilla, el trabajo, el encuentro.
Conmueve saber que otros se emocionan a la par, y el placer se hace uno."


Gracias, Andrea GIGANTE!

Ella es mi primera creación en carbonilla y pastel. Hace muchos años, mientras estudiaba derecho, veía en la misma mesa a mi hermana y a mi amiga (estudiantes de Bellas Artes) dibujar con carbonilla y verla deslizarse sobre la hoja me producía un intenso placer que no me atreví a explorar, hasta ahora. De la mano de Andrea, generadora de confianza, me atrevo a recorrer el camino del color :)


viernes, 17 de septiembre de 2010

Comer, Rezar, Amar



Aunque tenga algunos lugares comunes a la hora de contar la historia y hasta cierto cliché, vale la pena ver esta peli.
Te vas a sentir menos extraño cuando veas que todos los seres humanos atravesamos experiencias y sensaciones similares cuando vivimos el fin de un amor. Y vas a valorar cuán importante es la calidez de la amistad para sentirse sostenido en ese viaje hacia volver a creer.
Muy linda fotografía, una buena actuación de la Roberts y un Bardem para comérselo con cuchillo y tenedor.
Si no te entusiasma aún la idea, te desafío a verla nada más que para que disfrutes de la energía e intensidad de la voz de Eddie Vedder en "Better Days".
;)

jueves, 16 de septiembre de 2010

Derroche...




... de creatividad, energía, sensibilidad y sensualidad femenina!

domingo, 12 de septiembre de 2010

Insomnio (VIII)



***

La tarde cayó apacible mientras Matilda y Agustín no paraban de charlar. Se dieron información para empezar a conocerse, compartieron algunas nostalgias, se contaron anécdotas, esbozaron en voz alta algunos de sus deseos y se confesaron un par de sueños.
Cuando la plaza Defensa fue dejada atrás por los visitantes y comenzaban a desmantelar los puestos sus artistas, pidieron la cuenta que pagó Agustin y de un salto ágil salieron por la ventana baja del salón; en la puerta se atiborraba gente que se apuraba a salir antes de que el diluvio se hiciera realidad.
Era de esperarse en otoño tanta dicotomía climática. Bueno, era de esperarse en la vida...
Agustín se sacó la campera, envolvió con ella a Matilda y abrazados corrieron atravesando la plaza, bajo el incipiente chaparrón. Se refugiaron bajo el techo de una cervecería y sintiendo los pies mojados Matilda se sorprendió bajo el efecto embriagador de los labios de Agustin. Fue un beso robado, tan intenso y tan insolente, que mezclado con la dulzura y las pausas con miradas a los ojos se convirtió en memorable.
Matilda no se olvidó en toda su vida de ese beso expoliado y exquisito. Agustín no se olvidó mientras habitó este mundo el olor de su pelo y la frescura del perfume en su cuello.
Sin decir una palabra Agustin paró un taxi y pidió que los llevara a Santa Fe al 2600. Matilda no contuvo la premura de su asombro y le pidió que la acompañara primero a su casa, donde prefería terminar el día. El taxista sin esperar la orden disminuyó la marcha mirando a los ojos a la chica por el espejo retrovisor, en un gesto cómplice.
Agustín le dio la mano para bajar del taxi, la ayudó a saltar a la vereda esquivando el agua, le dio un beso ruidoso en la mejilla y le dijo _Dulces sueños bonita, te veo en unos días.
Durante toda la noche Matilda se debatió entre creerse una mujer precavida o una cobarde que no se animaba a seguir su instinto, su intuición, y su deseo.


***

Los días siguientes transcurrieron como era costumbre: oficina desde la mañana, algún almuerzo en el parque frente al trabajo, café por la tarde y regreso al hogar para terminar la jornada viendo alguna película comprada en el kiosco de Avenida Cabildo, fiel aliado de sus noches de insomnio. Algunos títulos habían logrado volver a juntar después de que lo "reventaran" la semana anterior.
Matilda lograba sacarle provecho a la experiencia vital de estar enamorándose, de modo tal que la rutina no la acechaba mostrándole con qué perversa facilidad podía hacerla caer en el tedio. El único efecto negativo que no logró exorcizar fue el de ansiedad frente al teléfono que no sonaba.
Mientras esperaba que su celular tocara su ring tone advirtió que tampoco hacía lo propio el de línea desde hacia días. Su madre, en apariencia, había encontrado en ese viaje algo interesante que hacer.

viernes, 10 de septiembre de 2010