sábado, 29 de noviembre de 2008

Próxima estación: Destete

Siento que la estación Destete se acerca. Es una decisión a tomar, a ejecutar, y también es una sensación que emerge de a poco, muy de a poco.
Paz toma la teta y eso me hace una mamá feliz. Siento que aunque crezca tanto y muestre cada vez más indicios de independencia a través de la teta seguimos teniendo una unión especial, una comunicación basada en lo emocional,  en la intuición.
Pero como dice el poeta, todo empieza y todo tiene un final. Y aunque las dos disfrutamos de esto, a veces se me hace cuesta arriba. Cuando estamos todo el día juntas quiere teta todo el tiempo; cualquier excusa para ella es válida. Y eso me cansa, a veces hasta el agotamiento. Y ni les cuento si estamos en lugares públicos! Lo que antes sentía como lo más natural del mundo (sí, pelaba teta donde fuese necesario), hoy me da cierto pudor. 
Hace unos meses no podía ni pensar en el destete, porque implica un final. Hoy siento que vamos en camino, aunque todavía no llegamos a destino.
De a poco, despacio, comunicándonos en este tiempo de cambios me parece lo mejor. Básicamente tengo pensado reducir las tomas a dos momentos (como sucede los días de semana): a la noche y al amanecer. Cuando paso por esos momentos de cansancio me siento como las perras con sus cachorros, cuando ellas se levantan exhaustas, dejando atrás a sus crías confundidas, que se juntan para darse calor (qué hermosos recuerdos de mi infancia rodeada de animales)... Claro, como no soy una canino le digo a Paz que la tetita se fue, y ella con su manito le dice chau. Cabal muestra de que entiende todo. Cuando me pide la teta me mira con esos ojitos tan tiernos y transparentes como pidiéndome tímidamente una vez más.
No sé "cómo se hace"; no quiero recetas ni libros que lo "explican todo". Quiero mi intuición y seguramente consultaré una puericultora cuando sienta que llegó el momento. Y lo que sí quiero es que compartan sus experiencias conmigo; que me cuenten cómo lo hicieron, cómo transcurrieron el proceso. Como antaño, prefiero la sabiduría de la experiencia transmitida de mujer a mujer, de madre a madre.
Y ahí vamos. El tren sigue su marcha; dejo de escribir porque Paz quiere la teta, aunque cada vez más cerca de la próxima estación!
 

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Nuestros 10 años


En Octubre cumplimos 10 años de pareja con Javier. Desde entonces quería compartir en este espacio la felicidad que siento por este aniversario.
10 años es un montón! Un montón de vivencias, de encuentros y de algunos desencuentros. Lo que más feliz me hace es que no "duramos" 10 años, sino que vivimos intensamente todo ese tiempo. 
Me siento orgullosa de lo que logramos. Nuestra relación nos permite crecer, desarrollarnos, expandirnos.
Hoy somos más de lo que anhelábamos en aquellos tiempos de idilio. Dicen los que saben que un amor maduro (para ser tal) debe pasar por tres etapas: el enamoramiento (idilio), la desilusión, y la aceptación del otro. Esto no quiere decir que no estemos enamorados, sino más bien todo lo contrario. Amar al otro tal cual es, con sus defectos y virtudes, con sus flaquezas y proezas, es el verdadero amor.
Vivimos 10 años a toda velocidad, eso sí. Siempre decimos que desde que nos conocimos vivimos como en una montaña rusa. Y está buenísimo.
Javier, mi amor, te amo con todo mi corazón. Nombrarte me estremece.
Te amo porque siempre estás de mi lado, aún cuando a solas me digas que me equivoqué. Te amo porque mi dolor es el tuyo, y mi felicidad tu dicha. Te amo porque me hacés reír como nadie; porque aportás alegría, música, color a mi vida. Te amo porque me convertiste en mamá, y me diste el privilegio de convertirte en padre. Te amo porque amás a nuestros hijos; porque sos un padre lleno de entrega, inagotable.
En estos 10 años siento que no puedo decir que conozco todo de vos. Al contrario, no dejo de sorprenderme. Siento que conocí de vos apenas un poco de todo lo que puedo descubrir. 
Me conmueve tu ternura, tu sostén. Te agradezco que siempre me hayas acompañado, aún en momentos muy difíciles para los dos. Y por haber estado tan unido a mí cuando parí a nuestros hijos. Cuando te miro siento que estoy en mi lugar.
Sigamos disfrutando! Qué siga la aventura!

 

martes, 18 de noviembre de 2008

Y si moderamos la competencia...?


Como cada vez que baño a Manu, hoy también disfrutamos de un momento de juego, de cercanía y de descubrimiento mutuo. 
_ Jugamos a las carreras mamá?_  Me invitó Manu. _ Yo con el pecesito naranja y vos con el patito amarillo, dale?
A esta edad los niños siempre quieren ganar. Manu no es la excepción, por supuesto. Vieron cómo se frustran si no pueden ser siempre primeros; si en algo tienen que esperar o si algún "rival" ocupa un primer puesto?
A propósito de eso, me parece buena idea tratar de enseñarle a través del juego a moderar la sensación de competencia. 
_ Muy bien corredores! Enciendan sus motores! Todos a la línea de meta! Estos rivales son amigos!_ introduje con entusiasmo. _ Así que amigo pecesito, te deseo buena suerte en la carrera!_ le dije.
A lo que Manu respondió: _ Me encantaría!
Ups!  

lunes, 3 de noviembre de 2008

De embarazos, partos y puerperios...


Esta vez es un post de Mónica el que me da ganas de contar mi experiencia. Qué lindo que mis blogs amigos me inspiren!
Tuve dos embarazos, ya lo saben. El primero fue de mi hijo varón, Manuel. Saber que era varón me hizo sentir más mujer que nunca; más guerrera y leona. Me sentía enérgica, poderosa, completa. No podía creer que tenía un hombrecito en la panza, que mi cuerpo unido al de Javier por unas cuantas células generaran a este nuevo ser que nacería varón. Era todo un desafío: formar a un hombre!
Del segundo embarazo resultó una hermosa niña, Paz. Y el desafío no fue menor: criar a una semejante! Me sentía más vulnerable, más enternecida. Lo que ahora no podía creer era que una mujer como yo (como tantas) estuviera formándose en mi interior. También sentía esa fuerza femenina emergiendo de mí.
Mes tras mes todo cambiaba, en uno como en otro embarazo. El cuerpo, las formas. La redondez de mis panzas fue un deleite. Los pechos grandes, doloridos, llenos de vida. Mi compañero me veía igual o más sexy que antes; yo también lo encontraba más atractivo ahora que se convertía en papá. Las prioridades, los cuidados, las decisiones... todo se movía de lugar. Tal vez suene idílico, pero confieso que el estado que mejor me sienta y más feliz me hace es el del embarazo. Me siento más viva que nunca; todo alrededor toma un significado más emocionante y poderoso.
También tuve dos partos. Muy diferentes uno del otro, fueron el presupuesto necesario para que existieran tal cual fueron. Ambos iniciaron una etapa completamente nueva de mi vida; me permitieron conquistar lugares diferentes e inéditos. Ya se los contaré en detalle.
Y dos puerperios... Qué estado mágico! Subrreal, vertiginoso, incómodo, conmovedor, contradictorio, sensible, vulnerable... El tiempo se detiene o se modifica, simplemente fluye, cambia, todo cambia. Recuerdo mi interior como un torbellino de sensaciones tratando de volver a su lugar; las hormonas volviéndose locas por intentar  restablecer el equilibrio... Me recuerdo más hija y madre que nunca. Era nido y pichón a la vez. En el primero sin saber muy bien de qué se trataba, sin darme cuenta si tenía que pedir ayuda o cuándo era el momento de sucumbir ante tanto nuevo mundo. En el segundo más experimentada, más preparada y viviéndolo bajo la filosofía de "déjalo fluir" y de "no te resistas".  Y así apareció mi mamá en escena: en el primero a socorrerme, a consolarme cuando lloraba en sus brazos de dolor, de angustia o simplemente de alegría; en el segundo a sostenerme, a mimarme, a prepararme de desayuno la leche chocolatada con tostadas con manteca y miel más ricas de toda mi vida.
Y sí, todo cambió. El cuerpo, las formas, los proyectos, la manera de mirar la vida. De a poco la mujer y la madre conviven de modo más equilibrado; de a poco, despacio. Yo no tengo aquellos kilos de los que suelen quejarse las mujeres, sino más bien una falta importante de ellos... De un modo o de otro todo se modificó. Y más tarde o más temprano todo volverá a su lugar. Y lo que no, será por mantener vivo un vestigio físico de haberme convertido en madre.  
Qué más da! La sensación de pertenencia me invade y reconforta: fueron Mis embarazos, mis partos, mis puerperios...  

sábado, 1 de noviembre de 2008

De pañales, chupetes y mamaderas...


Comentando un post de Vero sobre este tema me di cuenta de que me estaba extendiendo mucho... así que prefiero contar mi experiencia aquí!
Manu dejó los pañales a los 2 años y 8 meses. No sé si fue la edad "apropiada" conforme los estándares. Mi hijo no es un estándar, es mi hijo. Los dejó porque estaba listo, evidentemente. Durante algunas mañanas previas me asusté al ver que los pañales amanecían totalmente secos. Le pregunté a mi papá (que es médico) y al pediatra de aquel entonces y me contestaron que no tenía ningún problema; que tal vez ya empezaba a controlar los esfínteres. Ahhh! Era eso... claro!
A Manu ya no le gustaba ni medio hacerse caca encima; me pedía con una carita de incomodidad bárbara que lo cambiara. Entonces, aprovechando el veranito previo al comienzo del jardín, empezamos el proceso. Al principio le pedía que me avisara, y no resultaba. Se hacía encima y parecía frustrarse. No coordinaba las ganas con avisar. Una mamá de tres varones que estaba trabajando en la casa de mi mamá (estábamos allí de vacaciones) me dijo que ella los ayudaba sentándolos en el inodoro cada tanto. Y así hice. Lo senté por primera vez y no le gustaba mucho la idea; lo abracé fuerte, le dije que se quedara tranquilo, que yo estaba con él, que llamáramos al pis para que se animara a salir. Nunca quiso usar pelela, y hacer pis parado era incómodo; no llegaba al inodoro! Cuando logró hacer pis por primera vez lo festejó como un verdadero logro! Durante esos días a veces usaba los pañales, otras veces su mallita, pero siempre trataba de que hiciera pis en el inodoro. Y así empezó a avisar él. Después fue el paso de hacer caca, y nunca más quiso usar los pañales. Incluso se lo ofrecí más de una vez, para dormir, para viajar, o simplemente para darle lugar a que lo considere, y me decía que no, que ya no era un bebé.
Con el chupete fue increíble. Tiempo antes de lo que les cuentos con los pañales se le había roto su tan amado "tati", y mamá corrió a comprarle el chupete más irrompible de todos. Tampoco me había planteado cuándo "debía" dejarlo. Le conté esa anécdota a mi psicóloga, y sonriendo me dijo: _ Como muy buena mamá que sos, le compraste el mejor chupete, el que no se le va a romper... Y ahí pensé que ni me había hecho cargo de que el chupete alguna vez lo iba a tener que dejar...  Cuando le di el chupete nuevo a Manu le conté que era un chupete muy fuerte, que no se iba a romper ni fácil ni rápido, pero que una vez que eso pasara ya no iba a haber más tati, que ya era más grandecito y que ya podía dejarlo. El repetía: _ Cuando dompa ete, no más tati. Lo sorprendente fue que a los pocos días se esmeró por estirarlo, masticarlo, romperlo. Vino orgulloso a contarme que se había roto su chupete, me lo dio en la mano y me dijo:_ Mamá, no hay más tati. No lo podía creer. Le pregunté si estaba contento, si estaba seguro, y me dijo que sí, que no había más tati. Nunca más lo pidió. Lo tengo guardado de recuerdo. Amo ese chupete. Cuántas cosas nos enseñó a los dos! Se lo volví a mostrar cuando estaba preparando las cosas para el nacimiento de Paz y encontró un chupete rosa. Le encantó verlo, y le conté esta historia.
La mamadera? Fue más difuso, más lento. Primero la "mema" con manijitas tipo vasito, después los vasitos propiamente dichos, y luego los vasitos definitivamente. Lo único feo que recuerdo es que su abuela le daba la mamadera cuando se quedaba a dormir en la casa de ella, pese a que le habíamos pedido que no lo hiciera. Y Manu me lo contó porque evidentemente no se sentía cómodo con eso de "no le cuentes a tus papás"... Y bueno, charla de por medio, lo que intentamos explicarle a la abuela es que lo más preocupante era que él aprendiera a mentirnos, no que tomara la mamadera en su casa. Le dimos permiso para que le diera la mamadera unas veces más, hasta que los dos asimilaran el cambio, y así fue.  
No sé si hicimos "bien o mal". Lo hicimos como pudimos, creyendo que estábamos haciendo lo mejor. Fueron procesos significativos para nosotros como padres y para Manu como hijo y como bebé que se convertía a niño cada vez más. Fue hermoso, tierno. Siento que lo acompañamos, que lo sostuvimos, que esperamos a escuchar sus señales, que lo logramos juntos. Espero que así haya sido de verdad.