j
Aire,
me invitas a respirar profundo
a juntarte en una bocanada
para sentirme plena.
h
mar abierto
Aire,
me muestras la ausencia.
Aire,
me haces notar el tiempo
y te lo llevas todo
y te transformas en viento.
k
Aire,
y otras veces eres la nada.
j
Aire,
me invitas a respirar profundo
a juntarte en una bocanada
para sentirme plena.
h
Mientras voy dibujando mi nuevo mapa, aún con algunos accidentes geográficos poco claros, ríos un tanto revueltos, mares bravíos y límites políticos difusos, disfruto de momentos en los que el lápiz se mueve al compás de mi mano libre.
La inestabilidad no es sólo climática. Pero en esos vaivenes de ánimo tan marcados se visualizan en detalle las sensaciones. Las conquistas. Las pérdidas.
El zapping se hace sin condicionamientos, la comida llega y la disfruto caliente, escucho música fuerte, bailo, y que se la banquen los vecinos. Hablo por teléfono aunque sea tarde. Leo apasionadamente una novela. Escribo y me descubro en cada palabra. Me río. Casi no lloro.
Las valijas a medio armar y a medio desarmar puestas al costado de mi cama me muestran cuánto de aleatorio puede tener volar...
Las luces encendidas hasta tarde entrada la noche. Juguetes por aquí y por allá, que enternecen cualquier soledad.
Mi frazadita violeta, aliada en estos tiempos de frío polar.
Djavan sonando de fondo, haciéndome vibrar cada fibra.
Y el globo terráqueo de Manu (su juguete preferido de estos tiempos) sobre la mesa ratona del living me invita a soñar con él, estar un poquito en cada lugar de la tierra...
Les comparto un fragmento de la novela que estoy leyendo. Me deja pensando y espero que también lo haga con ustedes. Y quisiera leérselas en voz alta porque es una forma de compartir, y a la vez, un profundo diálogo conmigo misma. Invito a quienes puedan, que imaginen mi voz.
Sin embargo, cada vez que debo hablar de mí mismo me siento, en cierto modo, confuso. Me veo atrapado por la clásica paradoja que conlleva la proposición: "Quién soy?". Si se tratara de una simple cantidad de información, no habría nadie en este mundo que pudiera aportar más datos que yo. No obstante, al hablar sobre mí, ese yo de quien estoy hablando queda automáticamente limitado, condicionado y empobrecido en manos de otro que soy yo mismo en tanto que narrador -víctima de mi sistema de valores, de mi sensibilidad, de mi capacidad de observación y de otros muchos condicionamientos reales-. En consecuencia, hasta qué punto se ajusta a la verdad el "yo" que retrato? Es algo que me inquieta terriblemente. Es más, me ha preocupado siempre.
Sin embargo, la mayoría de las personas de este mundo no parece sentir ese temor, esa incertidumbre. En cuanto tienen oportunidad hablan de sí mismos con una sinceridad pasmosa. Suelen decir frases del tipo: "Yo parezco tonto de tan franco y sincero como soy", o "Soy muy sensible y me manejo muy mal en este mundo", o " Yo le leo el pensamiento a la gente". Pero he visto innumerables veces cómo personas "sensibles" herían sin más los sentimientos ajenos. He visto a personas "francas y sinceras" esgrimir sin darse cuenta las excusas que más les convenían. He visto cómo personas que "le leían el pensamiento a la gente" eran engañadas por los halagos más burdos. Todo ello me lleva a pensar: "Qué sabemos, en realidad, de nosotros mismos?".
"Sputnik, mi amor", de Haruki Murakami.
que no cesas,
que me consumes
de a poco,
que me dejas
a tientas.
Maldito dolor
que te apoderas
de mis entrañas
y surges tan hondo
que me desesperas.
Maldito dolor
que me enfadas
porque no puedo contigo.
Maldito dolor
que no eres fisiológico
pues tanto distas
de aquel dolor
que acepté sentir
para hacer nacer.
Maldito dolor
que en realidad
no eres dolor,
sino sufrimiento.
Maldito dolor
que te empecinas
cruelmente
en hacerme sentir
que algo ha muerto.
Ayer salí de un negocio de mi barrio y me crucé con una mujer madura de rostro pequeño y rasgos delicados. Llevaba puesto un sombrerito de terciopelo color violeta, y los labios pintados al tono. Cruzamos las miradas... No podía creer tanta belleza suelta... Y me hubiera gustado que la cámara la captara.
En breve empiezo un curso de fotografía básica. Lo importante es que avisoro un proyecto personal de fotografía: Fotografiar gente.
La cámara tendré que comprarla, aunque eso, como comprar el cuaderno para mis proyectos de escritura, es lo de menos...
Como he dicho antes, por ahora esas imágenes quedan grabadas en mis retinas.
cuál es la distancia exacta
que te separa de mí.
Quisiera no olvidar
cuál es tu cercanía;
qué nos une
en este bravío mar.
Quisiera olvidar
que existe el tiempo,
lograr no medirlo
y dejarme llevar.
Quisiera desconectar la razón,
agudizar la intuición,
aferrarme a tus brazos fuertes
y dejarte volar.
La obra es de Schiele.
No estaba frente al mar, pero contemplaba la belleza del agua de la laguna. Y necesité la fuerza poderosa de las olas de otros lares, y recordé esta canción de Spinetta, El enemigo.
Recuerdo haber escuchado al Flaco contar que Vera, que aún era una niña, le preguntó cuando vio el video: _ Pero papá, ¿a quién le cantás?_ a lo que su padre le respondió: _ Al mar, Vera, al mar...
Esto dijo Spinetta sobre su experiencia sonora de cantarle al mar: ¡Me fascinan esas olas oscuras a las que le canto y me responden en El enemigo!
Es un oleaje por momentos amenazante, como si le concediese a la escena un carácter premonitorio. Y aunque, sin presentir nosotros, en ese momento, lo que la palabra enemigo significa ahora, que la historia humana pegó un giro, esas horas de filmación, al repasarlas, contienen un presagio, sin llegar a ser éste tan oscuro como el de la realidad misma.Y nunca una letra mía tuvo tanto sentido como "madre de la vida, por favor, ilumina a la gente, ...o todo verdor y creación, y tu amor se perderán...”
Es como si esos días de playa, con la canción como única excusa, reunieran los vestigios de un mundo que ya fue, y que nos retroproyecta a avisorar el futuro de una manera mucho más profunda aún.
Las orillas cuentan el relato.
Yo le cantaba al oleaje y el agua me contaba de las infinitas historias del mundo.
Sorprendida, encontré en el malentendido otro relato conmovedor de una experiencia del hombre y el mar:
... Varias veces miré al mar y pensé que el mar cura. Que cura porque es nuestra memoria. Que tal vez hayamos salido de allí, porque la mayoría de nuestro cuerpo es agua salada, la mayoría del mundo también. Porque es caótico y vital como lo mejor de nuestra esencia salvaje.
Experiencias poderosas y nítidas; fusión de la inmensidad con nuestra finita y bella existencia.
Las cañas de bambú demoran 7 años hasta asomar su primer brote. Luego de ello, y en apenas 6 semanas, crecen 30 metros...
¿En cuánto tiempo, entonces, crecen las cañas? Lo hacen en 7 años y 6 semanas...
Durante aquellos primeros años la función es formar raíces fuertes para soportar luego la altura que casi inmediatamente alcanzarán.
El tiempo siempre transcurre igual; somos nosotros tiranos frente a él, no al revés.
Los procesos serán largos o cortos de acuerdo a quién los observe. La templanza y la paciencia en la mirada será lo que haga posible una contemplación que acepte y valore la realidad. Por el contrario, una mirada apresurada e impaciente hará insignificante el proceso, y con ello, menospreciará el resultado.
Esta vez no me sorprendió la persona que me transmitió esta belleza; me tiene bien acostumbrada!
Hago "Economía del Tiempo" mientras reviso si mi blog recibió nuevos comentarios; en una nueva "pestaña" chequeo mis mails, mientras voy ordenando en mi mente las tareas laborales que ocuparán mi día.
¡Agenda que te has hecho carne! ¿Qué haría yo sin ella...? Si hasta agendo cumpleaños familiares, porque uno es tirano frente al tiempo y un "feliz cumpleaños" tardío puede llegar a ser motivo de desheredación...
Y vuelvo a casa y abrazo a mis hijos, mientras me voy sacando el reloj, los aros, los anillos y cuántas más chucherías me haya puesto encima ese día. Recolecto el pijama, la bata y mis pantuflas mientras juego y mimo e intento satisfacer a todos por igual... ¡porque me incluyo! Reposar unos minutos después de un día agotador no es precisamente lo que puedo hacer al llegar a casa.
¡Y a bañar niños juntos, se ha dicho!, (aprovechando que se copan con las travesuras que terminan con mis gritos suplicando que no me incluyan en su baño...) Listos y hasta con el cabello secado, abro la puerta y ... ¡vayan!. ¡Batalla campal que has quedado instalada! Desagoto la bañadera, mientras selecciono ropa sucia/ropa limpia, acomodo los juguetes acuáticos y voy para la cocina a calentar algo de comer (cocinar era de otras épocas).
Y mientras lavo los platos luego de la cena me resigno a la hora feroz de la noche, donde las pilas parecen habérseles cargado y así corren de un lado al otro y saltan en mi cama, cual conejitos Duracell.
Forzadamente los llevo a la calma, poniendo cara de enojada o ordenándoles con el dedo inquisidor ¡a lavarse los dientes y a dormir!
Y ahí vamos con la rutina más exhaustiva: darles algún que otro jarabe para el resabio de la tos, mientras Manu hace pis y su hermanita simula tener lo que le falta, parada frente al bidet imitando a su ídolo. Lavado de dientes por 3, yo medio de costado y en el poco espacio que me dejan, y por fin a la cama... ¡de mamá! Sí, se hace "lo que se puede", ok?. "Como debe ser" en tiempos de crianza tiene escaso lugar.
Dibus, velador, osos respectivos, y vamos bajando deciveles, mientras aprovecho que los párpados me aguantan para sacar mi tan preciado cuaderno negro a lunares blancos, logro del taller Proyectos de Escritura. Claro que la cosa no es tan fácil: mientras vuela alguna patada, Paz me dice "pintar, pintar" y logro persuadirla de que vuelva a acostarse, y le hago saber que no es hora de pintar, sino de que mamá intente escribir. Mamá, ¿qué estás haciendo?, pregunta Manu, a lo que vuelve a preguntar con mi respuesta: ¿escribiendo?.
Y me cuenta: "¿Sabés mami que en la paya encontré una planta marina, pero en realidad no era una planta marina, era una flor marina, y tenía que esperar hasta la primavera para que florezca. Yo no sabía que en el mar había cosas tan lindas".
Y por fin se duermen. Ya se quedaron quietos y se entregaron a los brazos de Morfeo.
Mientras tanto y en el cuaderno logré escribir estas líneas, que no es poco.
Y los ojos me arden, siento la garganta seca y decido ir por un vaso de agua.
Las cortinas de tela se mueven por el viento que las traspasa, helado.
Y por último, para bajar la excitación que me genera escribir, decido leer unas páginas de "Cartas a un jóven poeta" de Rilke, excelente acompañante para una aprendiz de escritora en plena andanza...
La obra es un Danidan.