jueves, 5 de mayo de 2011

Ilusión


Aturdida en sus pensamientos, Margarita se preguntó qué camino debía seguir. Si el del olvido, la indiferencia, o la nostalgia. La respuesta nunca la dijo en voz alta, sin embargo se sabe que no hizo más que cantar y bailar durante los veinte años que la vida la separó de su amor.

Súbitamente, aquél domingo de abril, dejó de saber de él sin despedida, albergando para siempre una esperanza alentadora que le permitió hacer de su vida una pequeña pero heróica odisea.

Cada magnolia y cada mañana eran vistas a través del recuerdo de aquellos ojos azules, los más hermosos y vivaces que había visto jamás.

El juicio se le nubló durante aquellos veinte años, pues no existió para ella un solo hombre que le hiciera dar vuelta la cabeza durante su paso apurado. Ningún otro tendría su mirada, su templanza, ni su poética voz. Y ninguno lo tuvo.

Sostuvo así la más bella e insólita ilusión: del mismo modo intempestivo en el que Rafael se había ido, volvería alguna vez.

Dicen que el sollozo de Margarita fue un dulce y agónico frenesí. Dejó de esperar, y dejó de sentir. Su último suspiro, un merecido descanso.

Nadie sabe si, de exisistir el otro lado, Rafael estaba esperándola, más sólo se recuerda por las callecitas de San Juan su última y vibrante sonrisa.

La obra es de Leopoldo Presas.

2 comentarios:

Princesa Adora dijo...

Y esta historia? Odio las historias tristes!!
Jejeje, me siento identificada con ella en la parte de cantar y bailar!!!!!

La pintura muy buena!!!
Cariños!!!

Maisa dijo...

Princesa...lo paradójico es que parece que Margarita fue feliz...

Besos para vos!