
En Estados Unidos se estrenó una serie que se llama "Lie to me" (Miénteme). El personaje es un hombre con la facultad de reconocer cuando otra persona no dice la verdad, y tiene estudiado que cada 10 minutos una persona miente, al menos, 3 veces. Resulta que a raíz de esto, los otros personajes de la serie se relacionan con él de manera diferente que con la mayoría de las personas. Por ejemplo, este hombre dotado de verdad extrema le dice abiertamente a una mujer que quiere tener sexo con ella, a lo que ella le responde _¿Sos bueno?, y él le contesta _Bastante. _Eso es mejor que el 75% de los hombres_ sentencia ella.
Me quedé pensando: ¿Se imaginan no poder mentir nunca? ¿Se imaginan que siempre los demás nos digan la verdad?
En defensa de nuestra honestidad podemos decir que odiamos la mentira, que no solemos o no sabemos mentir, que siempre es preferible la cruel verdad, que sólo decimos mentiras piadosas, o que mentir nos hace correr el riesgo de convertirnos en mitómanos. Todo eso es, relativamente, cierto. O relativamente mentira.
Más bien creo que lo que nos disgusta es la tración y el desengaño, y lo que odiamos no es en sí misma a la mentira sino a la persona que la genera (la misma mentira dicha por diferentes personas generará sentimientos diferentes de acuerdo a lo que signifique para nosotros).
¿Qué sería del coqueteo y la seducción si no pudiéramos mentir? ¿Cómo reaccionaríamos si en lugar de invitarnos a tomar un café un hombre nos dijera que nos quiere partir como a un queso?
¿Qué sería de nuestra integridad como conductoras si no pudiéramos decirle al marido que no sabemos cómo se rayó el auto?
¿Y qué de la prosperidad de un negocio si no pudiéramos decir que por una causa ajena no puede concretarse tal o cual transacción?
En definitiva, si no pudiéramos mentir nunca, sería como deshumanizarnos. Y si siempre mintiéramos también.
Por supuesto, esto no es en defensa de los mentirosos crónicos, es decir, de los mitómanos, esos seres aborrecibles que se relacionan a través del engaño. Es más bien una sensata defensa de nuestra imperfección.
Como dice el famoso Dr. House con su cruel cinismo: "Everybody lies".