Los veinte años que los separaban a la vez los unía. Veinte años sí que no es nada. Ella aún una mujer en la flor de la edad; él con veinte inviernos más encima tenía la experiencia a flor de piel. Eso a ella la seducía, además de sus incipientes entradas, su sacos sport llevados siempre con remeras debajo; nunca una corbata. Y su histrionismo. A ella le seducía más que nada su autenticidad, su verborragia y sus chistes de hombre atorrante, de mundo, pero refinado. De esos que encontrás en un bar típico de Buenos Aires, preferentemente con amigos, unas barajas de por medio y el siempre fiel on the rocks a su lado. O solo en la barra, mirando las botellas que se erigen delante, mientras cruza algunas palabras con el barman y mira a alguna que otra mujer que entra o sale del zaguán.
Adoraba el jazz, igual que ella, pese a aquellas veinte temporadas de diferencia. Punto de encuentro, y de salida.
Ella lo conoció en otro ámbito, él tal vez casi ni la registró. Tal vez...
No hizo falta que se hiciera notar, el jazz lo hizo por ella. A él le llamó la atención una joven acompañada sólo por una copa de vino, disfrutando conmovida de aquel contrabajo que sentía que tocaban para ella. Se acercó y la invitó a compartir la velada, y ella finjiendo sorprenderse le dijo primero quién era, lo que hizo que el hielo se rompiera y él se sentara automáticamente a su lado, sin esperar respuesta a su invitación. A él le gustó descubrirla en aquella mesa contigua, sin dudas, pero más le gustó recordarla sentada entre tantos otros, tomando apuntes de sus clases de posgrado.
La noche transcurrió mansa, agradable. Hablaron de cine, de literatura, y claro, de jazz. Las copas de vino de ella iban y venían, y los on the rock de él parecían no agotarse nunca.
Fin del show. Aplausos calurosos sostenidos eufóricamente de pie, lo que a ella la enfrentó con la realidad de no poder sostenerse de ese modo mucho más tiempo. Él lo notó, pero como un buen caballero, no le dijo nada. La invitó a salir al patio de aquel bar viejo de Buenos Aires, con la excusa de compartir un cigarro. A ella el aire frio en la cara la hizo renacer. Pero no reaccionar. Estaba allí con él, y estaba dispuesta a todo.
Los cigarrillos se consumieron, las brasas se apagaron en el suelo y entonces él la invitó a llevarla a dónde ella quisiera, o a dónde necesitara ir. _ A dónde quieras_ le respondió. A buen entendedor, pocas palabras.
Su departamento era sencillo pero lo representaba muy bien. Lo que más le gustó fueron los cuadros en cada ambiente; ella amaba el arte.
El café sirvió para aliviar algunos síntomas de la borrachera de ambos, pero en menos de lo que ella esperaba estaban enlazados entre las sábanas blancas. Él la desvistió sin prisa pero sin pausa, disfrutando cada centímetro de piel joven que iba descubriendo. Su blancura lo impactó. Ella intentaba hacer lo mismo con él, pero estaba tan anodadada con su cara de deleite, que cuando estuvo desnuda se dió cuenta que sólo había logrado sacarle la remera. Suficiente. Era todo lo que anhelaba de un hombre, un pecho fornido y fuerte. Su piel dorada a ella también la deleitó. Él siguió desvistiéndose seguro, sin importarle que los años de diferencia acusaran algunas formas diferentes a las de los hombres de la edad de ella. A ella le encantó, porque en cada diferencia veía la voz de la experiencia, y esperaba ansiosa que se lo hiciera sentir.
Y lo hizo. Y ella también, porque no por joven no sabía amar.
Diciendo casi lo necesario se movieron como al compás de una de jazz. Él manejó la situación y ella se dejó llevar, y de a ratos soltaba su mano y ardía de pasión juvenil, no dejando de mirar ni un segundo la cara de él sorprendido y extasiado, sintiendo tanta mujer en tan poca edad. Quedaron colmados del otro. Aquellos veinte años de diferencia era lo mejor que tenían, porque no eran distancia, eran encuentro.
El lunes fue atípico. Ella no podía quedarse quieta en la silla y temía levantar la mirada cuando él entró al aula. Él lo hizo sin pasar desapercibido, como siempre. Y delicadamente le regaló una sonrisa mirándola a los ojos, llena de ternura y complicidad.
12 comentarios:
HOLA: sentarte y vomitar esta historia, asi tal cual salia de tu corazón, y ponerla al papel,es fluir, fundirte en el placer, permitir que circule energia, esto hace que encuentres tu centro. siempre que disfrutes de algo te pone en tu centro, el placer es el sonido que te lo indica, empeza a difrutar lo que te gusta, deja que fluya, si no lo disfrutas no lo hagas,siempre que lo disfrutes, estas en armonia contigo y con el universo. Por que tu centro, es el centro de todo. Un placer leerte.
CAPITAN DEL ESPACIO.
Quien no ha tenido un romance con algun profesor ????
Debo decir que no habia tanta diferencia de edad, pero es una historia bien parecida, con algunos matices, pero muy parecida..... Siempre me recordas buenos momentos, viejos buenos momentos.....Gracias mai.
Moni
Me gustó, no tiene "golpes bajos", es franco y está escrito en un lenguaje sencillo y directo.
Me pregunto que edades tendrán cada uno de los personajes.
En estos casos, la diferencia de edad no los aleja. Por el contrario, los acerca.
Beso!
R.P.
Gente linda,
debo aclarar que la historia no es autobiográfica, eh. Surgió de una conversación con alguien a quien quiero mucho, me acompaña y me inspira...
Me imaginé a ella de mi edad, unos 30 y pico, y a él, de unos 50 y pico.
Es lo primero ficcionado que subo al blog.
Besos a todos!!!
muy bueno! ni falta hacía aclarar que era ficcionado... es creible!
;)
Muy buena historia Maii!! me encantóo! pensé que era tuya y de tu marido! jaja
Ahora que leí los comentarios sé que no. Jeje
Bueno, no importa, me encantó igual! Escribís muy lindoo!
Besotess
Ay!!! Que alivio Mai!!! Gracias por aclarar...ja ja !!!
Genial Mai! me gustó muchísimo! tenés frescura y sensualidad a flor de piel, y ahora estás fluyendo...
EPA.... QUÉ HISTORIA ÉSTA!!!;)
qué lindo Mai, qué bueno que despliegues asi! besote
Sabes que tenia la misma duda q delivery, y me contestaste lo que esperaba.
Veinte años son y no son depende
Me gusto!
¡ G U A U !
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