Atardecía en la ciudad un día de pleno verano.
Manejaba mi coche por las calles del microcentro porteño. Era viernes.
Los autos circulaban apaciblemente; sus conductores ya no llevaban el ritmo frenético de horas atrás. Los peatones tenían la marcha del regreso: paso tranquilo, pausado, exhausto.
Todo comenzaba a esparcirse, y aún no comenzaba a oirse el bullicio de la noche.
En mi auto sonaba Marisa Monte, que en su canción cantaba "com os pes na agua".
Sentía cansada a la ciudad. Me dió la sensación de necesitar un respiro; ése que el fin de semana le permitía lucir.
Y pensaba que contiene tanto, que nos contiene a todos nosotros, a los autos, colectivos y camiones. A los buenos y a los malos, a los que la quieren y la cuidan, y a los que no.
Era ella quien más necesitaba vacaciones. Si tuviera pies, estaría remojándolos en el agua.
Tiene suerte, pensé. En estas fechas sus habitantes se desplazan hacia otros lares, en búsqueda de lo que ella también necesita: un respiro que alivie sus asfaltos ardientes, sus plazas superpobladas, sus edificios que parecen contener ejércitos de hombres y mujeres que a diario y ruidosamente se mueven a paso firme. Disfrutar en soledad sus atardeceres refejados en el río; recuperar su belleza...
2 comentarios:
En estos días pensé exactamente lo mismo! Hasta imaginé que toda esa gente que se ve en la tv disfrutando de sus vacaciones en otros lados, habían sacado un peso de encima a esta ciudad que los soporta todo el año. Pensé hasta en un alivio para el Rio de la Plata, ya que jamás acepté que estuviera contaminado y que sueño con que podamos algún día disfrutarlo.
muy cierto, todo necesita respirar y descansar
Publicar un comentario