viernes, 25 de junio de 2010

Insomnio (III)




En el mismo momento en el que vio sus labios color carmín contrastando con la blancura de su piel y con la oscuridad de su pelo, le arrojó una mirada dulce y le dijo: _ Soy Agustín, mujer de paso ágil.

Matilda no lograba recuperarse del impacto que le había producido el incidente de su bandolera negra de cuero, y aunque un poco de adrenalina no le venía nada mal, tardó algunos segundos más de lo normal en registrar a Agustín. Como si supiera de las largas noches de insomnio que la joven de paso ágil llevaba irresueltas, la tomó del brazo hasta acercarla a la salida del andén del subte.

_ Debido a tu cara de espanto juraría que llevás en tu cartera un millón de dólares_ le dijo con voz pausada y suave_ o el manuscrito de la última novela de Alan Pauls.

Aunque no tuviera métodos racionales para probarlo, Matilda estaba segura de que la vida era una continuidad de sucesos significativos y a juzgar por las causalidades que se le presentaban como evidencias, Agustín alguna razón importante tenía que tener para aparecer así en su vida, ignorando que solo por falta de tiempo esta mujer de paso ágil no se había comprado aún Historia del pelo.

Mirándolo a los ojos con mirada inquieta y sorprendida, Matilda le respondió que ni un millón de dólares ni un manuscrito de Pauls era lo que llevaba en su cartera, sino un cuaderno a lunares rosa en el que contaba pormenorizadamente las disquisiciones sobre su propia vida.

En las primeras páginas de su cuaderno a lunares rosa Matilda había logrado esbozar más teorías sobre la complejidad de las relaciones humanas que las que existían sobre la conspiración colonizadora de algunas potencias mundiales.

Muchas de las largas horas sin dormir también las dedicaba a escribir, dividiendo sin método ese tiempo entre balbucear algunos quejidos existenciales y novelar alguna historia de vida que hubiera capturado en su memoria en los últimos días, sin dejarse de sentir por eso algo vil. Utilizar historias de vidas ajenas para saciar su deseo de jugar con las letras le producía el mismo y contradictorio placer que sacarle fotos en la calle a la gente sin que se dieran cuenta. Era como una vendedora de espejitos de colores, sumada a una captadora de pedazos de almas.

Así y todo era lo que más disfrutaba hacer en la vida, y convengamos que con eso difícilmente le hiciera daño a alguien. O eso creía.

3 comentarios:

Princesa Adora dijo...

Qué lindo! Me sentíría como ella yo si perdiera... mi blog!! Teorías,pensamientos y cosas sobre el matrimonio (mi matrimonio).
Qué lindo que es escribir, qué tarde que me di cuenta de abrir mi blog!! Te agradecería algun comentario, veo que tenés experiencia, sos casa y mamá y se ve que sos feliz!!!
http://casadayahora.blogspot.com

Maisa dijo...

Bienvenida Princesa!
Nunca es tarde. Ahora sólo le resta explorar ese deseo de escribir y no detenerse aún cuando en su cabeza puedan existir voces diciéndole que no lo hace bien.
Recuerde, Princesa, que uno mismo es el peor de los enemigos.
Pasaré por su casa, claro.
Y le cuento que la felicidad se construye de momentos felices.
:)

Jime dijo...

la historia del pelo fue el regalo que mis niños le hicieron a su padre para su dia

tambien vengo con ganas de comprármela para leerla... coincidente, no?