Si me preguntaran qué obra de la literatura me marcó para siempre, diría, sin dudarlo, que fue una obra del novelista americano Irving Wallace llamada La isla de las tres sirenas.
Marcó un hito en mi propia historia. Tiempos de cambios, de ebullición personal; plena adolescencia.
Descubrimiento. Inseguridades. Aprendizaje. Confusión. Cuestionamiento de los estereotipos y de los mandatos.
El papá de una amiga enalteció su descubrimiento y no resistí la tentación: en pocos días estaba inmersa en esa historia contemporánea, posible, de descubrimientos sublimes y conmovedores, que en mi mente y cuerpo adolescentes apenas cabían haciendo fuerza con todo aquello que “debía ser”.
Tertulias mediante, en esa casa se hablaba de literatura, de arte, de música, del buen vino y la buena comida. De los grandes placeres de la vida...
La isla de las tres sirenas es un viaje que no sólo hacen sus protagonistas a una isla desconocida del Pacífico (que no aparece en los mapas y que ha sido descubierta accidentalmente por un etnólogo) sino que también lo es para su lector, aventurero de emociones y de descubrimientos personales intensos.
Su protagonista, una etnóloga de edad madura, recibe una carta de un colega que ha descubierto una desconocida isla, habitada por seres autóctonos dotados de una belleza y una cultura revolucionarias para Occidente, porque paradójicamente, ninguna otra cultura había llegado allí a “civilizarlos”. La invita a armar un grupo de investigadores interdisciplinarios dispuestos a ser expectadores de semejante cultura “liberadora”.
En su carta el asombro no cesa ni en una frase. Denota pretensión de cierto detalle técnico transmitido a su colega con ansias de tentarla a la expedición, sin poder omitir o disimular el encanto que lo invadía.
Y así la etnóloga, sin dudarlo, forma su grupo, que pronto, estaría dispuesto a partir hacia el más recóndito de los lugares rodeados de mar.
Su hijo, colega, infelizmente casado; su nuera, una joven pacata imposibilitada de sentir; un psicólogo, un médico, un sociólogo.
Seguramente los invade la intriga… ¿qué habría en aquella isla?
Ni más ni menos que una población autóctona de seres libres, librados de prejuicios. Dotados de una belleza no sólo física (a la que paradójicamente enaltecían como un valor) sino también espiritual.
Hombres esbeltos, de piel color canela, rasgos indígenas, cabellos renegridos. Fuertes pero amables. Sensibles y conectados con sus sentimientos tanto como con sus responsabilidades.
Mujeres aguerridas y dóciles, con ambos rasgos en su justa medida. Maternales y serviciales. Amorosas y libres.
Lo inentendible para quienes la descubrieron fue encontrarse con una cultura que festejaba la sexualidad en todo su esplendor, sin tabúes, sin ataduras. Y lo más sorprendente fue descubrir que no eran “más perversos” que nosotros los occidentales, sino más bien mucho más inteligentes emocionalmente, ya que una vez al año festejaban en toda la isla la posibilidad de que cada persona pudiera hacer real su fantasía (cualquiera sea).
No me sorprendió saber que en aquél lugar escondido en el océano no existían las perversiones a las que seguramente tememos aquí. No tenían lugar para nacer siquiera en sus mentes, porque en ellas no se escondían frustraciones ni prohibiciones.
Entonces la imaginación y el deseo seguían su curso natural, y la concreción de ellos no era más que el festejo de lo posible.
Imagínense entonces a los miembros de ese grupo de expedicionarios al enfrentarse ante semejante cultura. Imagínense ustedes en ese lugar…
Hubo para quien era promiscuo, desfachatado, cruel y bochornoso. También estuvo el que no quiso volver. Algún otro se enamoró apasionadamente por primera vez. Otro descubrió la belleza de la carne. Y la protagonista, en su madurez, se volvió aún más segura de sí misma.
En cada personaje (de los que vivían rodeados de mar y naturaleza como de los que vivían como nosotros) existe la posibilidad de la identificación.
Y en definitiva, de eso se trata: de abrir la mente, de imaginar ese mundo y el choque de culturas, de hacer posible el respeto por lo diferente y de ejercitar la tolerancia.
Esa novela es, en pocas palabras, una celebración conmovedora de la naturaleza del deseo.
Marcó un hito en mi propia historia. Tiempos de cambios, de ebullición personal; plena adolescencia.
Descubrimiento. Inseguridades. Aprendizaje. Confusión. Cuestionamiento de los estereotipos y de los mandatos.
El papá de una amiga enalteció su descubrimiento y no resistí la tentación: en pocos días estaba inmersa en esa historia contemporánea, posible, de descubrimientos sublimes y conmovedores, que en mi mente y cuerpo adolescentes apenas cabían haciendo fuerza con todo aquello que “debía ser”.
Tertulias mediante, en esa casa se hablaba de literatura, de arte, de música, del buen vino y la buena comida. De los grandes placeres de la vida...
La isla de las tres sirenas es un viaje que no sólo hacen sus protagonistas a una isla desconocida del Pacífico (que no aparece en los mapas y que ha sido descubierta accidentalmente por un etnólogo) sino que también lo es para su lector, aventurero de emociones y de descubrimientos personales intensos.
Su protagonista, una etnóloga de edad madura, recibe una carta de un colega que ha descubierto una desconocida isla, habitada por seres autóctonos dotados de una belleza y una cultura revolucionarias para Occidente, porque paradójicamente, ninguna otra cultura había llegado allí a “civilizarlos”. La invita a armar un grupo de investigadores interdisciplinarios dispuestos a ser expectadores de semejante cultura “liberadora”.
En su carta el asombro no cesa ni en una frase. Denota pretensión de cierto detalle técnico transmitido a su colega con ansias de tentarla a la expedición, sin poder omitir o disimular el encanto que lo invadía.
Y así la etnóloga, sin dudarlo, forma su grupo, que pronto, estaría dispuesto a partir hacia el más recóndito de los lugares rodeados de mar.
Su hijo, colega, infelizmente casado; su nuera, una joven pacata imposibilitada de sentir; un psicólogo, un médico, un sociólogo.
Seguramente los invade la intriga… ¿qué habría en aquella isla?
Ni más ni menos que una población autóctona de seres libres, librados de prejuicios. Dotados de una belleza no sólo física (a la que paradójicamente enaltecían como un valor) sino también espiritual.
Hombres esbeltos, de piel color canela, rasgos indígenas, cabellos renegridos. Fuertes pero amables. Sensibles y conectados con sus sentimientos tanto como con sus responsabilidades.
Mujeres aguerridas y dóciles, con ambos rasgos en su justa medida. Maternales y serviciales. Amorosas y libres.
Lo inentendible para quienes la descubrieron fue encontrarse con una cultura que festejaba la sexualidad en todo su esplendor, sin tabúes, sin ataduras. Y lo más sorprendente fue descubrir que no eran “más perversos” que nosotros los occidentales, sino más bien mucho más inteligentes emocionalmente, ya que una vez al año festejaban en toda la isla la posibilidad de que cada persona pudiera hacer real su fantasía (cualquiera sea).
No me sorprendió saber que en aquél lugar escondido en el océano no existían las perversiones a las que seguramente tememos aquí. No tenían lugar para nacer siquiera en sus mentes, porque en ellas no se escondían frustraciones ni prohibiciones.
Entonces la imaginación y el deseo seguían su curso natural, y la concreción de ellos no era más que el festejo de lo posible.
Imagínense entonces a los miembros de ese grupo de expedicionarios al enfrentarse ante semejante cultura. Imagínense ustedes en ese lugar…
Hubo para quien era promiscuo, desfachatado, cruel y bochornoso. También estuvo el que no quiso volver. Algún otro se enamoró apasionadamente por primera vez. Otro descubrió la belleza de la carne. Y la protagonista, en su madurez, se volvió aún más segura de sí misma.
En cada personaje (de los que vivían rodeados de mar y naturaleza como de los que vivían como nosotros) existe la posibilidad de la identificación.
Y en definitiva, de eso se trata: de abrir la mente, de imaginar ese mundo y el choque de culturas, de hacer posible el respeto por lo diferente y de ejercitar la tolerancia.
Esa novela es, en pocas palabras, una celebración conmovedora de la naturaleza del deseo.
5 comentarios:
No lei Mai jajaja, nunca lei el libro y ahora me hiciste acordar y me lo leere pronto, asi que no lei por si acaso no me quiero adelantar ;)
Besotes!
ES CIERTO QUE HAY LECTURAS QUE TE MARCAN PARA TODA UNA VIDA . YO DEBORO LIBROS , PERO ESTAS NAVIDADES CON UNA DEPRESION ISTALADA EN EL ALMA ME REGALARON "EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA" UN PEQUEÑO CUENTO QUE ME CAMBIO EL ESPIRITU POR COMPLETO...YA LO HE LEIDO TRES VECES...ES ALTAMENTE RECOMENDABLE. MUY BONITO TU POST...
Qué lindo lo que contás!! Se me vino a la mente la vida de Gaugin. El fue a buscar eso, su obra es producto de ese encuentro, de esa búsqueda, la encontró, la disfrutó, la retrató y pinto para todos nosotros, la mayoría que no nos animamos a ir a vivir a esos lugares. De hecho, no veo bien pero me parece que la tapa es una pintura de Gaugin, no?
Otra imágen que me vino a la mente son las orgías comunales de la Antigua Grecia. De esas orgías donde se la sociedad se juntaba para hacer el amor en vez de ir a pelearse a un estadio de fútbol, salieron pensadores y pensamientos que lejos de la perversión, generaron pautas de organización social que aún no han sido superadas. Que aún no han sido totalmente alcanzadas.
El ocio era entonces un valor, y el negocio su negación.
El negocio terminó por poner en el comercio hasta nuestra propia alma. Hay que recrear islas como aquellas en nuestro interior para salir de la negación del ocio, y volve al placer, al ocio, a la creación.
Lindísimo tú post!!!
Te va a encantar Fran!
Alejandra, no leí el cuento, pero sé que es un clásico. Siempre hay alguno pendiente, no?
Anita, qué lindo lo que contás! No conocía la obra de Gaugin. Y sí! La tápa del libro es una obra de él! Me voy a fijar en el ejemplar que tengo yo, seguramente también lo es. Posteo esa obra para vos, agradeciendo tu aporte.
Besos!
Con todas las recomendaciones de libros, yo sigo agrandando mi biblioteca....
Te cuento yo cual fue un libro que me marco y que aun sigo leyendo de vez en cuando: la vida, instrucciones de uso. Sencillamente hermoso,,,,,eso si como estoy un poco senil ( ya conoces esa parte mia , por la cual visito blogs varias veces y siempre creo que es la primera vez ....jajjajaj)no recuerdo el nombre del autor ( Perec ????). En proximo post te lo paso....
Besos.
Monni
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