La quietud de la noche propicia el autoencuentro; invita a nuestra voz interior a ponerse cómoda, a sentirse confortable.
El silencio de alrededor vigoriza los sentidos; el entorno calla para que nuestro ser hable, tome la palabra, se manifieste, obtenga forma.
Como en un juego, las palabras ajenas dicen las nuestras que aún no se han formado, y así, la imaginación inventa el modo, desarrolla aquello que estaba acallado.
Y, al fin, uno siente que puede decir algo.
En esto pensaba luego de leer "El barco está seguro en el puerto. Pero no fue para eso que los barcos fueron construidos", de Paulo Coelho, en el Prefacio a la edición homenaje por los 20 años de El Alquimista.
La obra es un Van Gogh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario